Los resultados se ponen en la balanza y se determinan si se sigue en la aventura de la nueva empresa
Abrir un negocio, una empresa -sea de servicios o de artículos “x”- no es lo mismo que hacer enchiladas; no hay que ir con la idea de que de un día para otro ya hay ganancias; tampoco hacer proyecciones sobre los primeros días en cuanto a si será o no un buen negocio. No, no es tan sencillo. Todo toma su tiempo.
Y tan todo toma su tiempo que -¡y valga el ejemplo!- el nacimiento de un nuevo ser toma nueve meses, es decir, no porque la ginecóloga(o) le diga a la pareja que serán papás, pues ya quiere ver al día siguiente al heredero(a). ¿Verdad que no?
En este panorama, todo empresario o sociedad empresarial que le surja la idea de iniciar un nuevo proyecto sabrá, por su mucha o poca experiencia, que será indispensable realizar el análisis del costo-beneficio. Muchos factores son los que inciden en la nueva aventura.
La metodología que se use (teniendo en cuenta, como señalan los que saben, la inversión, plazo y proyección de beneficios) tendrá que dar como resultado una ganancia suficiente como para ser atractiva -si no jugosa, sí al menos que seductora-, con el fin de que el empresario o sociedad empresarial den su visto bueno y se siga adelante con el proyecto.
Entre los muchos factores que deben tomarse en cuenta para cuando hagan las proyecciones si es o no conveniente la nueva empresa o expandir ésta, se encuentran como primer punto el costo de la producción.
La lista es un poco considerable, pues también está el arrendamiento (renta del inmueble y quizá alguna adecuación que habría de realizarse); la maquinaria que se requerirá; los insumos o materias primas para la próxima producción; la contratación de nuevos trabajadores; la seguridad o seguro social para ellos; el pago de impuestos; los seguros de responsabilidad civil.
Si el análisis del costo-beneficio es de lo más completo, también incluiría el precio final del producto y margen de beneficio unitario; la producción óptima, el cálculo del volumen de ventas, así como el descuento por pronto pago y/o el rappel sobre ventas.
Una vez concluido todo el estudio o análisis, los resultados se ponen en la balanza y se determinan si se sigue en la aventura de la nueva empresa. El dueño o la sociedad tendrá que decidir si la inversión es rentable o si sus expectativas son las que idearon.
Y en toda esa proyección deberá estar presente siempre el factor “riesgos”, es decir, aquellas contingencias inesperadas como una baja en la producción, el desgaste de la maquinaria o parte de ella, algunas multas o, incluso, una huelga de los trabajadores.
Aunque en estas líneas nos hemos referido al aspecto empresarial, el análisis del costo-beneficio también está en otras áreas, como por ejemplo para el rubro del medio ambiente, el de actividades científicas, por citar unos. El más cotidiano -y que en ocasiones no nos damos cuenta de ello- lo practicamos al elegir un restaurante (calidad de la comida, precio, distancia, tiempo y hasta la propina).
Date por enterado que… el matemático y economista francés, Arséne Jules Étienne Juvenel Dupoit (1804-1866), es al que se le considera el precursor del costo-beneficio (en realidad era utilidad-demanda), aunque fue el economista británico Alfred Marshall (1842-1924) el que acuñó el término en sus trabajos.